lunes, 3 de noviembre de 2008

Relatoría clase del jueves 30/10/08: Bases conceptuales del proceso de comunicación y sus teorías

Realizada por: Irene Guerra

El pasado jueves iniciamos la clase viendo un video de un discurso dado por Steve Jobs, creador de Apple, a los estudiantes que estaban por iniciar en la Universidad de Stanford, en dicho discurso relató la historia de su vida y cómo el impulso de lograr más y saber a dónde quería llegar lo llevaron al éxito que disfruta hoy en día. De dicho discurso también se puede desprender que el hambre por el conocimiento y el estar dispuesto a tomar riesgos son herramientas útiles para alcanzar las diversas metas que nos proponemos en la vida.

Luego del video, procedimos a ver la clase sobre el proceso de comunicación y las diversas teorías que explican el mismo. El primer modelo que vimos fue el de Aristóteles, el cual está conformado por tres componentes:
· La persona que habla.
· El discurso que pronuncia.
· La persona que escucha.

Aristóteles definió el estudio de la comunicación retórica como la búsqueda de "todos los medios de persuasión que tenemos a nuestro alcance". Analizó los distintos propósitos que puede tener un orador; sin embargo, dejó señalado que la meta principal de la comunicación es la persuasión, es decir, el intento que hace el orador de llevar a los demás a tener su mismo punto de vista.

El segundo modelo que vimos fue el de Lasswell, el cual se basa en el modelo de Aristóteles pero introduciendo ahora los conceptos de canal y efectos. Un esquema de dicho modelo es el siguiente:

¿Quién?→ ¿Qué?→ Canal → ¿Quién?→ Efectos

El tercer modelo visto corresponde al modelo matemático de comunicación electrónica de Shannon-Weaver, el cual consiste en la codificación binaria de la información por parte del transmisor y la posterior decodificación por parte del receptor. Dicho modelo introdujo además el concepto de ’ruido’ y la posibilidad de eliminar las mermas producidas por éste en el mensaje a través de la redundancia en el flujo emisor.


Los siguientes modelos vistos fueron los de Schramm, uno de los cuales explica la comunicación masiva y el otro la comunicación personal. El modelo de comunicación masiva de Schramm se basa en los efectos que producen los medios en la audiencia, a su vez que admite un proceso de 'realimentación' o 'retroalimentación' (feedback) sobre el emisor. Dicho modelo se puede ver en la siguiente figura:
El otro modelo, el de comunicación personal, que usualmente es atribuido a Schramm, pero que fue formulado por el psicolingüista Charles Osgood, describe la comunicación como un proceso no direccional, sino más bien circular, donde emisor y receptor aparecen con carácter de simetría teórica, es decir, con capacidad dinámica de interlocución y diálogo.


Por último, vimos el modelo de David Berlo, en el cual ahondamos con más profundidad. Dicho modelo distingue la acción del emisor y su estrategia e intención de la del receptor. Este último puede aparecer como destinatario ‘intencional’, esto es, objetivo directo del mensaje del emisor, o como ‘no intencional’, que es todo aquel al que llega el mensaje, aun cuando no figuren como objetivo de la comunicación. Berlo aplica este esquema al conjunto de los fenómenos de comunicación, incluida la interpersonal, por lo que, según los tipos, se produce una síntesis o simplificación en los procesos que definen el protocolo de la acción comunicativa.

La comunicación como proceso reglado se atiene a las pautas clásicas de la acción comunicativa (Shannon-Weaver), con una posición emisora (fuente), una mediación (codificador) que transforma la intención de la fuente en mensaje, a transmitir por un canal (medio o soporte), que debe ser decodificado para ser eficaz en la producción de comunicación sobre un receptor (audiencia) final. La idea de ‘ruido’, analizada en el plano físico por Shannon y Weaver como merma del mensaje, la lleva Berlo al plano de la fidelidad o eficacia en el fenómeno de la comunicación humana. Y esa eficacia o fidelidad, es decir, la consecución de los objetivos fijados por la fuente, la basa en unas pautas que afectan al conjunto del proceso: Capacidad de la fuente en la formulación estratégica de sus objetivos (definición de qué y a quién se quiere comunicar), codificación adecuada (valores narrativos, retóricos, etc.), elección del canal más eficaz en función del mensaje y del receptor final, siempre en aras de transmitir seguridad, confianza y credibilidad, que aparecen aquí como valores asociados a la fidelidad. Pero, también, la eficacia pasa por la capacidad y facilidad de diálogo entre interlocutores que tienen distintos roles en el sistema social, incluso por una empatía cultural e ideológica de la fuente y del receptor; de modo que la proximidad en los rasgos de identidad facilitan el alcance de los objetivos (esto es, ‘hablar el mismo idioma’). En el caso de la comunicación masiva, el proceso debe partir del conocimiento del sistema social, de la posición de sus actores, de las posiciones receptivas (demandas, expectativas, formación, prácticas culturales, etc.). El propio sistema social, definido por los roles de sus agentes, es en sí, para Berlo, un sistema de pautas de comunicación, de proximidades, lejanías, afinidades y controversias. El conocimiento de las estrategias de comunicación de los propios agentes sociales condiciona también la propia comunicación dentro del sistema.

Pero hay un elemento diferenciador en el modelo teórico de Berlo y es la relación entre eficacia de la comunicación y gratificación del receptor. La recompensa se convierte aquí en el mecanismo reflejo de la aceptación y objetivación de la acción comunicativa. Se produce entonces un mecanismo de complicidad o conexión en la línea de intereses de los actores del proceso, a partir de la cual la efectividad de la comunicación alcanza un carácter reversible, que produce una alimentación de la fuente a instancias del receptor; esto es, lo que se ha dado en llamar 'realimentación', ‘retroalimentación’ o 'retroacción' (Berlo se acerca al modelo de Osgood, expuesto por Schramm), que permite un refinamiento, rectificación o mayor sensibilidad y sintonía comunicativa en las sucesivas acciones del emisor. Berlo da una gran importancia a la recepción, y señala que “los significados no están en el mensaje, sino en sus usuarios”; esto es, la decodificación es el valor final y diferenciado que fija, por contraste con el propósito inicial del emisor, la eficacia de la comunicación.

Fuente: http://www.infoamerica.org/

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